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Ralsina.Me — El sitio web de Roberto Alsina

Antonio María Delgado es un ignorante

Un po­co de con­tex­to. The Eco­no­mist pu­bli­ca (des­de ha­ce bas­tan­te), una co­sa lla­ma­da el "Mi­se­ry In­dex", que in­ten­ta cap­tu­rar los paí­ses en que los ha­bi­tan­tes la pa­san ma­l, a tra­vés de un par de in­di­ca­do­res eco­nó­mi­co­s, y po­ner­los en or­den.

En­ton­ce­s, el Sr. Del­ga­do va, lo lee, ve a Ve­ne­zue­la arri­ba en la lis­ta, y me ima­gino que se le en­cen­dió la lam­pa­ri­ta ba­jo con­su­mo, y al gri­to de "¡án­gu­lo po­lí­ti­co­!", co­rrió a es­cri­bir es­to:

"Ve­ne­zue­la se ubi­có el año pa­sa­do en el se­gun­do pues­to del "In­di­ce de Mi­se­ria" ela­bo­ra­do por la re­vis­ta bri­tá­ni­ca The Eco­no­mis­t..."

El pro­ble­ma, que­ri­do his­pa­no­par­lan­te, es que "mi­se­r­y" no sig­ni­fi­ca "mi­se­ria". Sig­ni­fi­ca "des­di­cha" o "tris­te­za", mien­tras que mi­se­ria sig­ni­fi­ca "ex­tre­ma po­bre­za". Y así, el Sr. Del­ga­do usa el pres­ti­gio que pu­die­ra te­ner The Eco­no­mis­t, pa­ra ti­rar tie­rra di­cien­do que Ve­ne­zue­la es el se­gun­do país mas po­bre del mun­do (en al­gún sen­ti­do­).

Mien­tras Cha­vez no es san­to de mi de­vo­ció­n, es­to es o ig­no­ran­te o es­tú­pi­do, ud. de­ci­de. Y por su­pues­to, es­to lo le­van­ta La Na­ción

Demetrio Fernandez es un boludo

Acla­re­mo­s: se su­po­ne que a un obis­po pa­ra salu­dar­lo, hay que be­sar­le la ma­no.

Por otro la­do, De­me­trio Fer­nan­dez es el bo­lu­do que di­jo es­to:

"El Mi­nis­tro pa­ra la Fa­mi­lia del Go­bierno pa­pa­l, el car­de­nal An­to­ne­lli, me di­jo ha­ce unos días en Za­ra­go­za que la UNES­CO tie­ne un pro­gra­ma du­ran­te los pr­óxi­mos 20 año­s, pa­ra ha­cer a la mi­tad de la po­bla­ción del mun­do ho­mo­se­xua­l", di­jo Fer­nán­de­z. "Pa­ra ello cuen­tan con dis­tin­tos pro­gra­ma­s, y con­ti­nua­rán la im­plan­ta­ción de la ideo­lo­gía que ya es­tá pre­sen­te en nues­tras es­cue­la­s".

QE­D. De­me­trio Fer­nan­dez es un bo­lu­do. El car­de­nal An­to­ne­lli es un bo­lu­do. Y si vas a la igle­sia en Cór­do­ba, Es­pa­ña, sa­bien­do es­to, y le be­sás la ma­no al bo­lu­do, sos un bo­lu­do.

Los dichos no son tus amigos.

Vea­mos a Bea­triz Sar­lo, res­pe­ta­da in­te­lec­tual ar­gen­ti­na. Es­cri­bió una co­lum­na en La Na­ción. Ter­mi­na así:

To­ta­l, Bou­dou, sin bro­mi­ta al­gu­na, de­be ade­cuar­se a lo que le to­que, obe­de­cien­do el vie­jo re­frán de que a un ca­ba­llo re­ga­la­do no hay que exa­mi­nar­lo pa­ra ver si vie­ne com­ple­to.

El pro­ble­ma que yo veo (si se me per­mi­te la pe­dan­te­ría (por su­pues­to (¡­gra­cias otro yo! (de na­da)))) es que la se­ño­ra Sar­lo no tie­ne idea de lo que ese di­cho sig­ni­fi­ca.

Po­né­le que es­tás com­pran­do un ca­ba­llo. Le re­vi­sa­rías la bo­ca por­que que­rés ver si es jo­ven o vie­jo (por ejem­plo pri­mer re­sul­ta­do de google). Eso es im­por­tan­te si es­tás com­pran­do un ca­ba­llo. No tan­to si te lo es­tán re­ga­lan­do:

Ti­po ma­ca­nu­do: ¡To­má un ca­ba­llo!

No tan ma­ca­nu­do: (re­vi­sa la bo­ca) ¡No gra­cia­s!

Por eso no le mi­rás los dien­tes a los ca­ba­llos re­ga­la­do­s. Y no bus­cás en ama­zon cuan­to sa­le el li­bro que te re­ga­la­ro­n.

Por otro la­do, si ha­bla­ras Ta­ma­rian, lo mi­rás en la bo­ca, ti­rás un "Tem­ba, des­can­san­do­", y lis­to.

OVNI For Ever

Su equi­po cuan­do lo co­no­cí era Unión de San­ta Fe, pe­ro el equi­po de su in­fan­cia era el no­ta­ble por su os­cu­ri­dad Cha­co Fo­re­ve­r. Y por su­pues­to, por­que es lo que se ha­ce en el in­te­rio­r, te­nía un equi­po gran­de pa­ra po­der ce­le­brar (en su ca­so, Bo­ca).

Una ve­z, allá por el fi­nal de los 60s, es­ta­ba ma­ne­jan­do pa­ra el nor­te, ha­cia Re­sis­ten­cia, con mi ma­má, que lle­va­ba a mi her­ma­no ma­yo­r, po­ne­le que de un año, en el re­ga­zo, sin cin­tu­rón de se­gu­ri­da­d. Eran los 60s y los chi­cos so­bre­vi­vían por­que la in­to­xi­ca­ción por plo­mo dis­mi­nuía el ries­go de po­lio, o al­go así.

En­ton­ces se le que­da el au­to. Eso no tie­ne na­da de ra­ro, nues­tra ve­lo­ci­dad pro­me­dio en via­je era unos 20K­M/H una vez que te­nías en cuen­ta las pa­ra­das pa­ra lle­nar el ra­dia­do­r, cam­biar go­ma­s, con­se­guir un me­cá­ni­co que hi­cie­ra pren­der las lu­ce­s, y lle­gar al pue­blo equi­vo­ca­do. A mi vie­jo le gus­ta­ban los au­to­s, pe­ro no era mu­tuo.

Pe­ro an­tes de que se que­da­ra, ha­bía una luz al la­do del ca­mi­no, arri­ba. Una luz que pa­re­cía se­guir­lo­s. Y el au­to no arran­ca­ba. Esa ru­ta en esa épo­ca era una bo­ca de lo­bo con ba­che­s. Pa­rar­se en el ca­rril era ga­ran­ti­zar­se que te pi­se un ca­mió­n.

Al ra­to, el au­to arran­ca, la luz vuel­ve, y de nue­vo se que­dan. En ese mo­men­to, se­gún mi vie­ja, pa­pá se ba­ja y em­pie­za a pu­tear a los alien­s, ex­pli­cán­do­les que así se iban a ca­gar ma­tan­do. Des­pués la luz des­apa­re­ce, y si­guen via­je sin más in­con­ve­nien­tes.

Y ha­ce unos días apa­re­ció un OV­NI en una prác­ti­ca de fú­tbol. La prác­ti­ca de Cha­co Fo­re­ve­r.

Some things don't translate well

Cor­rien­do en la llu­via con Tato, pasó lo in­evitable. Pisé una bal­dosa flo­ja y me em­pa­pé la otra pier­na. Co­mo dice el tan­go "igual que bal­dosa flo­ja, salpi­co si al­guien me pone el pie". Y porque ten­go que pen­sar to­do el día en in­glés por el laburo, mi soft­ware cere­bral de tra­duc­ción in­stan­tánea se tildó.

¿Co­mo miér­coles le haría en­ten­der esa frase a un es­ta­dounidense? Es casi im­posi­ble. Al­lá nadie cam­i­na, menos aba­jo de la llu­vi­a. Casi no hay veredas. Las veredas que hay no son de bal­dosas. Las bal­dosas se­gu­ra­mente no es­tarían flo­jas.

Para poder tra­ducir al­go, no al­can­za con tra­ducir­lo, hay que tra­ducir­lo y que quede al­go que habría di­cho al­guien en el id­ioma de des­ti­no. Para que sig­nifique lo mis­mo, ten­dría que es­tar hablan­do de al­go que po­dría pasar­le, por ejem­plo, a un ar­genti­no y a un ru­so, a un bosquimano y a un lapón. Sospe­cho que no es posi­ble tra­ducir en gen­er­al. Que lo que ve­mos por ejem­p­lo en este blog, que in­ten­ta, los demás días, ser bil­ingüe, es una colec­ción de ca­sos par­tic­u­lares más o menos afor­tu­na­dos.

Hace un tiem­po em­pecé a tra­ducir una nov­ela de Cory Doc­torow (lean acá si quieren) y aban­doné porque al releer lo que es­cribí, no parecía una nov­ela de Doc­torow, pare­cia otra cosa, una cosa pe­or. Y no vale la pe­na leer cosas pe­o­res.

Y de esa for­ma cuan­do pro­gramo el pro­gra­ma nun­ca es lo que yo quise, es una ver­sión pe­or, es­cri­ta en un lengua­je ex­tran­jero, por un no-­na­ti­vo. Pro­gra­mar es traicionar la visión para pro­ducir lo tan­gi­ble. Es­cribir es más o menos lo mis­mo. Hablar es más o menos lo mis­mo. Ni siquiera mi voz que vos es­cuch­es es mi voz que yo es­cu­cho.

Vivi­mos ca­da uno encer­ra­dos en un iglú, tratan­do de char­lar con ma­puch­es que nos mi­ran a través del hielo. A ve­ces fun­ciona. Salu­dos.


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