Crecer Nerd (Parte 1)
Tengo una memoria de mierda. Me acuerdo de todo.
Me acuerdo del gusto horrendo de la vacuna Sabin contra la polio, que me dieron con un terrón de azúcar en la vieja Escuela Sarmiento en 1974. Me acuerdo de la página en la que estaba en un libro del cuerpo humano la última vez que estuve en esa biblioteca. Me acuerdo que en el patio había una estatua de bronce, que su codo izquierdo dejaba un agujero por el que pasaba justo mi mano, y que atrás había una puerta que daba al Micro Cine, pero estaba siempre cerrada. El tema es que no me acuerdo cuando pasaron las cosas, y no me las acuerdo en orden, tengo flashes, hacer fila esperando salir y ver un semáforo de telgopor arriba de un armario, esperar que cambie las luces, sin darme cuenta que es de mentira, mi maestra de segundo tocando la guitarra, tratar de correr haciendo una hélice con el brazo derecho.
Anoche estaba viendo una película y al terminar pensaba, hay gente a la que esta película le va a parecer malísima, y hay otra (como yo) a la que le va a parecer buenísima. Y es porque somos, en algún lugar adentro, completamente distintos. Hay algo adentro mío que ellos no tienen, o viceversa. Y creo que viene de como crece cada uno, viene de alrededor, es algo que lo fuimos absorbiendo desde chicos, y sólo se lo absorbe si está ahí, las esponjas en el desierto están todas secas, porque no hay agua, no por una innata condición hidrofóbica. Y hoy en día es raro, porque todo está en todos lados, pero... esto que estoy escribiendo, que ojalá me dé el cuero para seguirlo [1] es un poco contar eso, qué había alrededor mío, allá lejos, cuando lo único que había alrededor de uno era lo que estaba ahí. Más o menos.
Me acuerdo el momento en que leí.
Sin leer me gustaba mirar revistas, y me inventaba las historias. Creo recordar que era una de Pi-Pío en un Billiken (en casa nunca se compró Anteojito) y de golpe esos globos blancos con rayitas negras adentro decían algo. Y me decían que era lo que estaba pasando en la historieta. Recuerdo una momentánea desesperación, una furia contra el atrevimiento de esas marquitas sacándome el derecho de decidir qué era lo que estaba pasando. Nunca más soporté a Pi-Pío, comic mal dibujado y con historias aburridas, marcadamente inferiores a lo que sea que yo me imaginaba.
Dice el rumor que me enseñó a leer mi hermano, que estaba terminando primer grado, pero no me consta. Mis viejos siempre dicen que ellos no lo hicieron, en el colegio no lo aprendí porque, bueno, no iba a clases todavía, así que gracias Santiago, debés haber sido vos, me viene sirviendo.
Un detalle es que yo tenía tres años. Tres y medio, ponéle, y era un enano de un metro, y leía. Entonces mi viejo una vez le apostó a un conocido canillita (que tenía un programa de radio) que yo podía leer cualquier cosa, y el tipo me dió un libro en inglés... que procedí a leer como se pudiera, creo que la apuesta la ganó papá.
Pero bueno, volviendo a lo de leer, papá y mamá eran los dos, en esa época, vicedirectores de escuela. Es un cargo interesante, no sos el director, así que no tenés todas las responsabilidades, pero no tenés que dar clases, así que tenés tiempo libre. Como es un cargo directivo ganás un poco más, pero no como para tener niñera y dejar a los chicos en casa, así que yo me crié en escuelas. Creo que desde los dos años, me daban de comer las porteras y las cocineras de los comedores, vagaba por los pasillos, y me metía en preescolar para jugar a algo [2]
Ya sabiendo leer, se viene marzo, se acaba el verano, y me meten en primer grado a los tres años, con la complicidad de un inspector amigote de mi viejo, un tal Enría, que hizo el papeleo para autorizarlo, y así comienza una no muy distinguida carrera escolar que duraría los siguientes veinte años, más o menos. Estar en primer grado dos años antes tuvo un efecto secundario interesante: me convenció de que el deporte no era lo mío. Después de todo, mis compañeros eran todos más fuertes, rápidos, y coordinados. Así que si quería ser algo especial, no sería por ese lado. Y leí.
Debo haber leído, mientras estaba en la primaria, unas seis o siete enciclopedias (no enteras! [3]) pero la primera... la primera fue esta:
Mis viejos nos compraban una enciclopedia en fascículos, la "Enciclopedia Disney", que era (o por lo menos, así la recuerdo), maravillosa. Cada fascículo parecía no tener la más mínima conexión con los demás. Tenía cosas de mitología griega, de mineralogía, de tecnologías diversas, de historia, a veces con personajes de Disney intercalados, supongo que para que fuera, realmente, una enciclopedia Disney, pero... lo amplio de los temas era lo mejor, porque si uno podía entretenerse leyendo sobre casi cualquier cosa... bueno, entonces no había motivo para no leerla, no?
Me acuerdo de Giro Sintornillos [4] inventando una máquina del tiempo, pero obviamente no se podía usar en la tierra porque acá siempre hay cosas moviéndose y no había que cambiar nada, entonces había que ir al espacio a usarla, y Rico McPato volvía al período carbonífero para ver si había algo que pudiera hacer para mejorar sus minas de carbón.
Me acuerdo de los vikingos como descubridores de América. Con Eric el Rojo y Goofy el Verde [5] viajando a Vinland, y que el latex es la savia de una planta, igual que la miel de maple, y que el ámbar.
Me acuerdo del miedo que me daba la historia de la historia de Hércules, con serpientes en su cuna intentando matarlo, los doce trabajos, y sobre todo, su muerte [6] ,de la historia de Teseo, de los tributos a Creta, del final donde abandona a la mujer que traicionó a su familia para salvarlo, en una isla desierta.
Me acuerdo de los dinosaurios, de los cavernícolas, de la selva, del desierto.
Y me acuerdo, clarito, de que acá es donde leí, por primera vez, acerca de las computadoras. Pero eso es otra historia para más adelante.