El Diario de Yrigoyen del Yo
Me cuesta entender qué me pasa en mi cabeza. Mi subjetividad se para en el medio, y sufro un completo efecto observador que impide el simple reporte y anula mi comprensión.
Por eso es raro que tenga un momento en que me siento de una manera u otra claramente. Un "¿Cómo andás?" me confunde. Dudo diez segundos mientras busco en los cajones la respuesta standard, como terminator escroleando en árboles de respuesta. Normalmente mi status es que me siento exactamente así, como estoy, no lo tengo en palabras, escalas y comparaciones mucho menos en una palabra.
La mitad del tiempo me es más fácil saber como se sienten los otros. Miro a mi mujer y sé. Miro a mi pibe y te puedo decir si le gustó el almuerzo y el resultado de su último partido de piedra papel o tijera.
Lo puedo hacer porque los veo, les veo la cara y sé lo que hay ahí adentro, cómo cambian, cómo reaccionan, sé que Juan hace esa cosa con el labio cuando se frustra, sé que Rosario se pone el pullover al revés si está distraída.
Mi status lo tengo que sacar indirectamente. Me desperté temprano y con pilas. Tengo ganas de empezar el laburo, o de hacer algo el fin de semana, ataqué una tarea con intensidad, esquivo un encuentro, me olvido de poner música, abandoné un proyecto, busco hablar con gente, no se me ocurren ideas, meto excusas, me salió bien un chiste.
Me pregunto a veces de adonde sale todo eso. Qué yo está haciendo todas esas cosas que yo miro para saber como me siento yo. Mi cabeza es un pueblito y yo estoy sentado en la vereda, escucho a los que pasan, y me hago idea del sentimiento.
A veces, sólo a veces, quisiera ser más simple, más directo. Quisiera poder hacer cosas sin pensar tanto. Quisiera poder reaccionar normalmente sin ser intermediario de mí mismo.
Capaz que le pasa a todo el mundo. Capaz que a todos les pasa algo parecido, pero distinto, o algo completamente distinto, lo que nos haría a todos igual de raros. Si todo el mundo es raro, somos todos normales.
Todo bien, vos?