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Ralsina.Me — El sitio web de Roberto Alsina

No sólo no es así: Argentina NUNCA fue así.

Ahí pue­de ve­re: un dúo de ban­do­neón y gui­ta­rra to­can­do (por al­gún mo­ti­vo) en una lan­cha a to­da mar­cha.

Bai­la­ri­nas fol­cló­ri­cas con ta­cos al­to­s. Bai­la­ri­nas muy muy ma­la­s, tal vez por cul­pa de los su­so­di­chos ta­cos al­to­s.

Una au­tén­ti­ca ley lo­ca: Los sacos son obli­ga­to­rio­s, así que los hom­bres usa­ban sacos de pi­jama en la ca­lle (no, no eran obli­ga­to­rios en la ca­lle, pe­ro no ibas a po­der en­trar a ca­si nin­gún ne­go­cio sin uno­).

Un hom­bre ven­dien­do le­che al pié de la va­ca en la ca­lle. Ooooook, bue­no eso es ca­si po­si­ble. Po­día su­ce­der a ve­ce­s, su­pon­go.

El peor ma­te del mun­do, con la mis­ma canti­dad de yer­ba y de azú­ca­r. No ap­to ni pa­ra tu­ris­ta­s!

Un co­men­ta­rio co­mo "Ra­ra vez una mu­jer ar­gen­ti­na se preo­cu­pa de los de­re­chos de su gé­ne­ro­".

Si es­to lo pa­gó al­gu­na agen­cia de pro­mo­ción de tu­ris­mo: se les fue la ma­no ma­l. Si lo pa­gó la MG­M: ma­lí­si­mo el ni­vel de pro­duc­ció­n, che!

El la­do real­men­te ma­lo de es­tas co­sas se ve en los co­men­ta­rios de gen­te que pa­re­cen ser ar­gen­ti­nos y di­cen pe­lo­tu­de­ces co­mo "e­so era un país, ¿que te han he­ho ar­gen­ti­na?".

¿S­aben qué? Ar­gen­ti­na en los 30 era una bos­ta co­mo lu­gar don­de vi­vir pa­ra la ma­yo­ría de la gen­te. To­do bien si eras un miem­bro del Jo­cke­y, su­pon­go, pe­ro el ar­gen­tino pro­me­dio vi­vía co­mo el tu­je­s.

Se­gu­ro, el in­gre­so per cá­pi­ta era al­to­... com­pa­ra­do con un mun­do arra­sa­do por la de­pre­sión del 30, y aún así el 70% de la po­bla­ción vi­vía en la po­bre­za. ¡Y la po­bre­za en el 30 era jo­di­da! ¡Lean Arl­t, che!

¿Cual era la ex­pec­ta­ti­va de vi­da del ar­gen­tino pro­me­dio? ¿Te gus­ta 55 año­s? (ver aquí) Sí, es­te lu­gar tan "ri­co" te­nía una ex­pec­ta­ti­va de vi­da 20 años me­nor que ho­y.

Por su­pues­to que ca­si no te­nías de­re­chos po­lí­ti­cos por­que me­nos del 35% de la po­bla­ción de ma­yo­res de 18 te­nía de­re­cho al vo­to.

Y los que po­dían vo­tar no de­bían mo­les­tar­se, ya que el frau­de era ram­pan­te.

No ha­bía sis­te­ma de salud pú­bli­ca.

No ha­b;ia ju­bi­la­ció­n. Tra­ba­ja­bas has­ta que no po­días má­s, des­pués te cui­da­ban tus hi­jo­s. ¿No te­né­s? Jo­de­te.

Vi­vías ba­jo le­yes que te pa­re­ce­rían opre­si­va­s, la po­li­cía po­día arres­tar­te sin cau­sa y man­te­ner­te de­te­ni­do ca­si eter­na­men­te. Y por su­pues­to la tor­tu­ra a los de­te­ni­dos es­ta­ba ins­ti­tu­cio­na­li­za­da.

Pe­ro sí, el hi­pó­dro­mo de pa­ler­mo es­ta­ba lin­do, y los ri­cos di­so­lu­tos po­dían ir a ti­rar la pla­ta que ga­na­ban co­mo pro­pie­ta­rios au­sen­tes de vas­tas es­tan­cia­s, y se po­día na­dar en la cos­ta­ne­ra.

¿La ver­da­d? Me gus­tá más el aho­ra. El ar­gen­tino pro­me­dio tie­ne más de­re­cho­s, vi­ve me­jor y más que en los 30.

El res­to es ba­su­ra pa­ra tu­ris­tas y fal­sas me­mo­ria­s.


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